Algunas tardes conquisté las mejillas violetas de tu dolor
Descalza hasta la fiebre, recogía el desengaño de tus huesos aturdidos.
No decías nada. Te limitabas al reflejo del mañana censurando las caricias del invierno como una piel gigante.
Nunca supe escribir. Cartas violentas. Hojas secas. Esperando las 12 en la fiesta de la vida. Algunas tardes me perdía. Viéndote naufragar en el álbum de fotos de mi risa. Cruel.
Dolor. Sietemesino. Promesa ectópica. Éramos angostos. Mellizos.

Algunas tardes que nunca existieron. Prisa. Brisa. Me enamoré de la playa de tu dolor en tercer grado. Desnuda hasta los labios. Pronunciando nombres de árboles.
Nunca supe volver. Con primaveras en los bolsillos. A tu sofá de tul.
Recuerdo sus pupilas asimétricas
Pareciéndote a la vida
A estar viva

Desandando con habilidad
Las penínsulas de mi cuerpo

Arrodillábamos la noche
Corroída
Por el ácido de los múltiplos
De tres

Nuestras bocas superando la mar

A veces
Al pie de página de la tristeza
Sutil
Abril

Así recuerdo
Vaivén y miseria
Partículas de tiempo en la salita
De estar del terrapuerto del olvido

Ebrios de risa
Perfectos como faltas ortográficas
Y aliento aglomerado.
Horas de ocio suspendidas
En el hocico ámbar de tu ciudad
De bastas rotas
Viajando con la simpleza
Del primer sorbo de café
Por el mágico laberinto de
Tu cuerpo en espiral
Perdías el control de mis ojos balcón
Suspendiéndote en
El roció del alba
Queriéndote mal
Maldiciendo el horizonte
Caoba
Del silencio condensado
Que fue aborto
Y fue estrella
Así
De piernas cruzadas
Con legañas en el alma
Para siempres dormidos
En verbos impares
No más de venida
No más a tu vera.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

iba quedando en silencio...

II

duele respirar
volver a oscuras
rígida
verbos mal conjugados
meciéndose en el viento

decirte
de angustias en forma
de tren
que nunca llegan
amenazan como
el dolor articular de la fiebre

y me pierdo en interminables intentos por dormirme en tus manos

...


agujas
en los pies
del alma
frío en la sonrisa
un gesto
inapetente
me lleva lejos
me aparta del sol
vacío
desazón
dados y seises rotos
cortinas mal cocidas
dejan entrever mis muñecas malheridas
un catéter
en la arteria del verano en que
te fuiste
supura el reloj de pulsera de esas horas
inciertas donde nos perdimos de vista
tierra húmeda
el bostezo de la tarde
burlón, asimétrico
atesoraste el invierno en un para siempre comatoso
absurdo.

L.B.


Un beso en la frente
Al dolor de tu adiós
Conspirando con tus dedos
El bolsillo del tiempo y mi voz.
Quise volver el rostro atrás
Y encallé con torpeza en la sílaba
Impronunciable de tu nombre
Grave y ajeno
Ajado,
solvente de caricias conjugándose
En deseo.

Cansada de velarle
Los restos al silencio
Empiné un discurso de velos
De mariposa
Cerquita de tu oído de azúcar
Y no volví a quererte
En noches interminables
De sumandos malheridos.

L.B.


Puse mi nombre en la estrella más azul del firmamento de tu boca
Arribé con los pies húmedos a una tierra sin promesas ni cometas de crepé
A oscuras
Era abril
U octubre
Una mañana casual
Causal de tantos torpes tropiezos con tu piel vencida
De sueños rotos
Carcomidos por la bilis de la tristeza

Anclé a oscuras
En un puerto hecho de girasoles encrespados
Parecidos a tu perfil prohibido
Y tácito
Como yo
Como el sopor de tu llanto
Una tarde cualquiera
De equipaje y cuentagotas
Dioses y adioses contra la pared
Del alma.

Vendí mis bolsillos
A la playa de tu nombre
Tan febril, pérfido
Primer postor
Aneurisma de calendario
A saltos,
Cantándole al oído al demonio en tu mirada

Puse mi nombre
A dos pasos de ti
Donde empieza la soledad.

L.B.

Yo te dije que me quedaría para siempre en tus labios. Repuesta del cansancio de esta existencia que se llevó nuestros años fértiles. Dónde Abril. Dónde encanto. Que abrazaría cada tarde el bolsillo desmemoriado de tu espalda insolente y avasalladora. Criatura salobre, de retazos ovales tienes hecho el corazón.

Yo te dije que me quedaría para siempre en la comisura de tu adiós. Años 80. Atrincherando los abrazos que perdí en un aeropuerto de papel celofán. Diminutos brotes de carencias. Perla bronce parasitando el cuerpo negro de la noche. Que nunca partiría de la flor púrpura de tu mentira. Aborto de estrella.

Yo te dije que me quedaría para verte anochecer. Falda corta. Basta raída. Sien de chocolate. Dándole la espalda al caudal insomne de tu risa de punto suspensivo. Recoveco tercermundista del infierno más rosa de mi vida. Que te querría. Sentando un precedente en la corte suprema de tu jardín de mandarinas gigantes.

Yo te dije. De respirar a costo de trabajador en mi oído cursi. A la mejilla de Dios. De acostar el llanto en el regazo nácar del sol de Abril. De costearnos la mañana. Embebidos del licor amargo de las cosas por contar. Torpes como la rodilla izquierda de la luna. Que me parezco más a ti cuando no estás conmigo. Fantasma de bastas largas, de manos curvas llevas el alma. Y en ellas yo. Perdida en líneas rojas.

L.B.


Noche roja
Hace lunas que no coincido
Con tus ojos cafés
Que no vienes a mi encuentro
Con soltura
Desdén.

Noche redonda
Anzuelo de coral
Sonrisa descocida
Hace otoños que no
Pierdes pulso en mi avenida
Que no te callas
Que no me espías

Noche de cartulina
De bordecitos
Y dobleces
Danza falsa
Resabida

Noche anzuelo
Noche en el tranvía de su recuerdo
Poco servil
Venido a menos
Enjuagando los años en simulacros
De caricias
Versión cero.

Noche de mi vida.

L.B.


Perdimos el avión de regreso.
La sonrisa y el haz de copas de un otoño animal.

La ruta que conlleva
Al Sur
Al corazón.

Las manos tibias
De un sudor amargo
Algo añejo

Sensación virulenta
En las articulaciones del cuerpo
El del recuerdo
Descreídos de un futuro
Espectral
Y corroído por el helio de su llanto.

Perdimos el ritmo acompasado
Con que se tilda a la rutina
Inmersos en esdrújulas miradas
Con gomina y terciopelo.

La sangre en desorden
Compulsión en los huesos
Partiendo como puntos suspendidos
En el vidrio lateral del invierno.
Menos jóvenes
Menos buenos.

L.B. (II PARTE)


Aquel día que tú escasamente recuerdas
Yo salté desde tus ojos; hoy burlones, hoy inertes.
Enfilé todas mis cartas en una orilla sin nombre
Y emprendí la retirada de espaldas a tu encanto; hoy ajado, hoy mordido.

Aquel día, sin su noche
De aves sin gracia despeinando el rizo del más oscuro de los cielos
De hojas cuasi ilegibles
Vencidas y lanzadas a la mar
Yo abordé el tren de lo que nunca entenderías con tus huesos
Y esa sonrisa sin vida con que te defiendes del invierno.

Aquel día que olvidaste sin agravios en algún rincón de la maleta
Yo crucé la acera del corazón; de mi corazón
Para verle desandar esos vanos tropiezos con tu nombre
Fantasmal, hoy bucólico
Y perderse así de espaldas al dolor.

Aquel día,
Florecías sin luz
Reencarnándote en el cuerpo del recuerdo
Recuerdo que algunas veces vuelve azul hacia mis dedos
Y se agiganta como un espejo sordo y torpe
Y formula preguntas que nacieron sin respuesta
Y responde a todas esas preguntas que nunca quise hacerle a la razón.

Días y memorias
Jugando el tonto juego de lo innombrable
Perdiendo el tiempo en invertir la calma en una cuenta bancaria inexistente
Soldando pantalones y trapos de acero para desvestir a la nostalgia
En tirones circenses y acuosos. Policromados. Políglotas. Días D.
Restas y sumandos. El producto verosímil de mis diez dedos. A tu favor. Como la vela alta del mes de Abril.

Aquel día, hoy ajeno e inservible para ti
Yo escribí la historia de un nosotros aguerrido y comatoso
Punzo cortante, quemadura en primer grado
Y te dejé ir
Con los labios y con la piel, desde mis ojos tristes.

L.B.


La vida que yo te di. Soplé tus ojitos rojos, tamizados de inciertos caminos sinuosos y aguerridos. Como el olvido y como tú. Como el tiempo que invertí en la alfombra de tu cuerpo. Algo visceral. Vida que yo te daba a sorbos y a tantitos. Bebiendo versos de cuna arcángel de medialuna. Sacudías el polvo en tus mejillas, titiritero de bajo presupuesto. Soplo de risa. De noche. Naranjales emancipados a tu vera. Gramos de gracia. Vida que yo te daba a cambio de nada. Tendidos al sol como la piel de tantos tontos trenes que arribabas arrogante soldadito de plomo de cartulina. Luz ámbar. Ámbar luz. Soplé las alitas de tu corazón con vicio esperando sin dormir hasta verte amanecer. Ciega de espanto. Tanta luz. Tanto llanto. Mezclándonos confundidos de cara al viento. Vida que alquilaba para ti. Desde formas indescifrables. Tan tuyas, tan mías. Cuasi reales. A cambio de nada. O de verte sonreír; que a veces es lo mismo soldadito abanderado inquilino de mis horas de encierro. Soplé tus piernitas y tus bracitos jamás nacidos, jamás reales. Y era yo. Era yo quien sujetaba el volante de tu nave invisible. Soldadito impostor de hojalata. Madreselvas escondes y lo sabes.
Vida que escribí por y para ti. En psicodélicos intentos de abrazarle las rodillas al viento y perdernos soldadito en manotazos de gases y desechos. Aire puro, verdadero, en tus 7 pulmones de barro. En tus cabellos de superhéroe y esa sonrisa que inscribí en tus labios de aceituna. Moras, girasol de cerámica. Soplé debajo de tus costillas de soldado--porque a veces eras soldado—y aprendiste a caminar.

L.B.


Era Abril. Otoño y azulejos. Poco que perder. La ilusión del mañana como un cometa de quinientos ángulos. Espeluznante. Abrasador como los tentáculos del tiempo cuando vigila desde los ojos del extraño perfecto; cuando cuece amapolas y ensarta el ronroneo del silencio, como una bufanda, como un collar de arena.
Teníamos días sin hablar. A penas, y acaso, el chorrito del café en la cafetera rompía el silencio con su resplandor hipnótico, de maleta ajena, y tendía un puente negro para nuestros abismos. De cuando en cuando, el periódico traspapelado me sumía en un vertiginoso remolino de dudas superpuestas, puertas sin cerrar, círculos de cuatro lados…Y no sabía bien que decirte. Cuando preguntabas, mientras encendías cigarro tras cigarro, si me iría o me quedaría. Que qué haría con mi colección de discos y de monedas. Entonces algo te desfiguraba. Perdías cuerpo y volabas etéreo hasta tocar con la barbilla el techo de la habitación donde leías a Cortázar y rompías interminables borradores de tu novela. Te elevabas ingrávido como un cometa de terciopelo; desmejorado e inalcanzable; una estrella perdida en el infinito. Parecías cortado con navaja; de esas que hacen herida de forma casual. Eras navaja a su vez. Lo que me hacía sospechar que te cortabas con tu propio filo.
Los discos me los llevaría, si lograba arribar completa al vagón fantasmagórico que me apartase de ti, duende y vidente. Vidente retrógrado a paso de araña hechicera. Te dejaría todas las caras de mis monedas de colección, para verte bailar desde mi vagón la danza adusta que ajuste mí frente a una enferma necesidad de romper la vela de tu corazón. Y también, por qué no, te viera desde el reflejo de mi copa abrazar mis dudas de princesa destronada hasta dormirme en un para siempre orillado y senil. Invierno que te adoró mi termómetro de mercurios apelotonados; con el alma desbocada y fuegos artificiales que jamás cumpliríamos. Aferrada así a tu cintura de aspirante a cupido y pirata; retazo de Romeo de tantas, de siete cabezas. Hidrocefálico risueñor de tez morena, porque algunas noches el frío carcomía la piel de mis antebrazos y la muñeca de porcelana despertaba entre legañas y ojeras al llamado de su príncipe. Y yo me conformaba con tocar el fondo de tus botellas hasta perder la cordura en el melodrama de tus bolsillos de cartón piedra.

Entonces nos parecíamos a los borradores de tu novela. Corroídos por la niebla de Lima, vigilando la vida desde un prólogo indecible presa de las travesura de tu cajón blanco. Era Abril. En un año de once meses con edema en la mirada. Silencios, chorrito de café, puentes negros, humo y borradores. El resto te lo dejaría.

IO


Yo misma debería apretar la tecla delete al terminar de escribir y evitarle la molestia a la maquina. No es novedad que siempre se me borren las cosas. De este tipo de acontecimientos esta hecha mi vida. Por cierto, hace 27 años que es hoy. Que día para largo. Padezco miedo escénico. El olor de las tiendas, Mickey Mouse, los carruseles y las fechas rojas me producen un profundo dolor en el calendario. Soy pésima para convivir porque tengo mil manías de vieja, de la vieja q soy desde que por las mañanas no hay gotitas de rocío salpicadas en el techo de mi carro. Amo el mar y creo que es lo más parecido a una foto en blanco y negro. Estoy más que convencida que el hombre como animal que es, con ciertos retoques de monjas villamarianas, tiene q ser libre y no reprimir sus instintos aunque modularlos. Por eso es que todos tenemos una puerta de escape como en los aviones o autobuses, el vidrio de rómpase en caso de emergencia para el incendio forestal en la cabeza de los deberes y los derechos zurdos. Soy pésima coordinando. Estoy casi convencida que tengo dos pies derechos o dos izquierdos. Siempre he sido algo torpe .Sospecho que mi mano derecha es zurda, aunque debo decir que de aquí al circo. Léase: resuelvo. Tropiezo no siempre de forma accidental con olores y canciones que hacen que mi reloj de pulsera marche hacia la izquierda.
Mi droga de turno el café negro. El antídoto de siempre el sueño profundo y la música de Sabina, Calamaro, Amaral, Mar de copas y Leuzemia. El cigarro me abandonó junto con los animales. Estoy segura que en algún lugar del mundo hay un elefante o un león fumándose mis Marlboro. El resto es aquello. De la lengua para afuera. El ritmo acompasado con que nos mima la rutina. Aquí los días no vuelvan, simplemente se volatilizan. De diez quedan 3 o con suerte uno, por eso que hace 27 es hoy. Amo el buen cine español, argentino, cine independiente en general. Porque lo que debería hacerme reír me hace llorar. Cuando tengo que pasar cerca de mí lo hago de puntillas. Siempre que salto caigo en el mismo sitio. Detesto usar zapatos solo por tener excusas que se mojen cuando llueve…La lluvia y el mar son mucho mas de lo que podemos explicar. Por eso añoro los días grises de. Caminar sin rumbo fijo y disolverme en pinceladas grises de una niebla que pesa como lo recuerdos: con gusto y con nostalgia envuelta en papel de regalo. Olvidé el manual dentro del útero de mi madre, por eso a tientas, a intentos y a ciegas. Pero es inmenso, después de todo fue a la luz de una vela una noche post huracán, en que me sentí a salvo por el trapo rojo de Oliveira. Rayuela. No estaba tan mal. Nadie lo está. Un día me levante con el pie derecho y la tradición había cambiado. Ahora los gatos negros traen suerte y mi reloj camina para atrás. Desde entonces todos los conceptos que nunca terminará de digerir el ser humano duermen enfilados en un cajón de la mesa de noche que no tengo.
Prefiero viajar ligera de equipaje. Mientras menos cosas tengan más sencillo, menos que limpiar y embalsamar cuando una se muera, menos dolor para los familiares que deberán enfrentar el olor a naftalina de los recuerdos vacíos. Casi de madera. Esa es una de las principales direfencias entre este país y yo, que aquello que necesito es lo que nunca quise necesitar. Pero ya saben, el circo, la sopa de caja, las flores que crecen con el favor del aire acondicionado, la diversidad cultural, el Dolphin Mall, las tetas financiadas y otros favores de mi habitad de turno…
Inventariando tequilas el octavo día de la semana con mi novio abstemio decidí nunca remangarle las bastas al corazón. Y horas más tarde me encontré caminando sin paraguas, bajo una lluvia torrencial, felizmente expuesta a la realidad.
Siempre de arriba hacia abajo. Nunca tuve otro techo tan blanco…porque solo se tiene un techo blanco una vez en la vida.Estos son los días en que se prioriza. En que el formato de los sueños es una hoja de Excel caducada. La imaginación es mas grande que cualquier músculo de mi cuerpo, por eso me río sola y lloro también.27. La vida, lo que dura mientras cambia la perspectiva. Creo ciegamente en el poder curativo de las miradas furtivas, las que cortan como gillette. No soplo velas, aunque el deseo exista, me quedo con la luz de sus dudas. Y ofrezco recompensa a quien le encuentre la sonrisa a mi baraja sin reinas. Reina. Siempre que puedo barajo mis cartas y las revelo en la mesa del primer extraño que se cruce en mi camino. Me la juego. A diferencia del mar nunca me retiro. Cuando la marea crece compro un boleto en primera fila en la orilla del mundo y me convierto así en espectadora de mi propia vida.
Hace 27 años que es hoy. Vaya, que día para largo. Llevo en la solapa un girasol de cartón piedra; la fotografía a color del cielo estrellado en que besé la vida por vez primera; una libreta cuadriculada donde escribo lo que pienso y desdibujo tu silencio infranqueable, e inamovible, aquel globo rojo que me da vida cada mañana que despierto.
Si alguna vez te cruzas en mi camino siéntate y pide dos cafés. El mío sin azúcar. Tómate el tiempo de observar nuestro reflejo en el vitral del Starbucks de la 36 St. El lateral. Y si te queda tiempo deja caer un gesto casual sobre nuestra mesa de madera. Y enmudece. Y ensordece de sueños al unísono del silencio. Que quizá mañana sea tarde para darnos este lujo de existir, a pesar de los a pesares, y del ruido de tus medias haciéndole un eco absurdo al cosquilleo del primer abrazo.

L.B.

Pasa
Se pasa el tiempo
Gélido y azul
Se escurre entre tus dedos

Cambia
Y se pierde
Como un verso mal escrito
Algo desaliñado
Transeúnte de media noche
Escaparate y azar

Pasa el tiempo
Aquí en mis rodillas
Te veo a la distancia
Hoy solo eres una foto púrpura
De bordes nácar.

Un olor casi imperceptible
La hoja de ruta de tu corazón con goteras
El calzado de mi risa
Avenidas con niebla.

Pero pasa
Claro que pasa
Y las heridas se disipan
A la mar
Al azar

Duele menos
Calza números

L.B.

Ayer tropecé con tu recuerdo. Azul. Ajado. Con sombrero y bastas largas. Silencio insondable. Instante a instante. Como un diagnóstico ilegible de esa piel Abril en que sostuve a ciegas tu mirada esquiva. Secretos cuasi inciertos perforaban tus sienes. Parecías demoliendo inviernos que acarrean sombras y querellas… Apurabas el paso partiéndole la razón al tiempo. Un velo particular cubría los ojos de tu cigarro. Húmedos intentos por voltearle el rostro al corazón. Parecías de cartón. Acompasando el cuerpo al vaivén del mar. Con rebotes indiferentes de esdrújulas y graves emprendiste la retirada cuarteándole la risa al calendario. Once días. Once sueños al Norte de tu adiós. A saltos. Ensombrecías imperturbable. De mentira. Como espuma roja.

Por un brazo a la razón. Por el centro aquella distancia de otoños interminables. Escribías entre líneas. Yo, sorda de huesos, salpiqué de nostalgia el espejo del sol. Y nos fuimos. Por caminos abiertos. Abrazos robados. De espaldas al tiempo, con sal en la mirada…

L.B.

Alguien lo vio partir. Empinaba la mirada como sosteniéndose de alguna parte para no titubear. Llevaba mangas largas. Una cicatriz de caramelo en los labios supuraba llovizna y desasosiego. La luz se extinguía dentro de su pecho. Él perdía todas sus batallas con la única certeza de aquel utópico camino de regreso que alguien le contó una noche de verano. Nunca durmió. Destejía poesía, fantaseaba realidad.
Las manos a punto de congelación envueltas en felpa y una fusión de intentos carcomidos color limón. Un extraño sopor recorría la sangre. Torpes bocanadas de angustia surcaban la premura de sus ojos diminutos. Por adiós un documento vencido. El vestido de su primer amor. Rosas. Tardes interminables de ocio y calentura. El nombre de Dios.

Alguien lo vio partir. Desde su asiento de madera. Brazos cruzados. Pétrido. Inerte. Soplo de magia.

L.B.


Recuerdo la tarde en que te conocí. Atuendo negro. Mirada roja. Cuasi cuarteada. Entre esdrújula y grave. Como el filo de una navaja que se agiganta en el espejo. Yo llevaba apenas seis meses en la ciudad. El recuerdo del accidente en la piel. Y la sospecha del futuro haciéndome luces en la autopista. Esperabas el tren de las siete. 7 besos. Haz de copas. Reinas prostituyéndose en calles con números. Yo ensartaba mis últimos centavos de dólar para decirle a mamá que llegué bien. Nadie contestó.
La tarde transcurría retrógrada y púrpura. El cielo desvistiéndose en mis hombros te trajo de espaldas hasta mí. Pediste luz. Pediste un riel y una escalera. Y sordos y agraviados encendimos un cigarrillo a la vez.
Mangas cortas. Tus sienes dejaban entrever rebotes bruscos de sangre. Residuos de hierba apelotonándose en las arterias. Obstruyéndole la risa franca al corazón. Perdiendo pulso. Nunca dijimos nada. Parafraseábamos torpes y distraídos destellos de luna sobre el lomo de la tarde. Una tarde de hojalata. Una tarde que hoy ensucia como chocolate. A pesar de ti. A pesar de mí. Como era de no esperarse te abracé los ojos con silencio. Sublime y visceral. Dejé secar mis cartas al sol de tu piel.
Te pareciste un poco a mí. Llevabas las bastas húmedas. Las del corazón. Perdías ritmo con facilidad. Esperando el siguiente tren retomábamos un diálogo escrito con vapor. Con sal de mesa. Yo por ratos veía tu maletín de mano como un souvenir. Infranqueable. Imperturbable. Acariciaste a la niña y te perdiste en mi regazo. Hoy a tu luz. Durmiendo mis botas bajo el árbol de tu ausencia, recuerdo la tarde en que te conocí. Hablaste de aviones y programas de t v obsoletos. Abordaste Abril.

L.B.

Mueres un poco. Desde mis dientes. Desde tu risa. Perforas, musa del desencuentro, la pared blanca de mi habitación azul. Lo correcto. Lo absurdo. Mueres un poco. El álbum fotográfico con suero agrio se encoje de hombros sobre un estante con angina. Pienso. Nos pierdo de vista en un bosque de Octubre. Volteo el rostro y tu espejo. Lima. Las doce en mis muñecas de porcelana. Mueres un poco. Aguarda el instinto con ojeras de calcio. Boceto torpe de timbre de cocina. Procreaste un ahijado de acertijo jugando a la restas en tu diván de película.
También así. A saltos y encantados. Descifrando la cuadratura de un adiós con cintura. Nos vimos. Extranjeros de un después. Fumando rosas de azúcar. Inventando una suerte de impuesto por jugarnos el corazón.
Muere también. Así. En una reacción química que no resuelva nada. Baile en do. Cante dolor. Mayor. Hables de huesos y amoríos de estación. Esquivas la mirada. Pérfido tu encanto de algodón.

Mueres un poco. Aquí en mi pecho. Con los ojos perdidos en las sábanas del sol. Busco tu boca. Encuentro una espina. Tantas tardes. Tantos tontos estribillos besándonos la desidia. Porque fuiste. Porque fuimos. Por la tangente que se tragó vuestra calentura.

L.B.

No vuelvas. En recuerdo. Con la cabeza gacha y un haz bajo la manga del corazón. No digas que no es tarde. Ni beses esta canción. No pidas cuentas al tren fantasma que hace parada en mi estación. No vuelvas. No llores cuando hables de mis ojos. Del abismo ingobernable que te espía de madrugada. Ni apuestes ni te quedes sentado. No untes de esperanza las suelas de mi avión. No rías con soltura ni agites la cordura en mis bolsillos. No hables de trenes ni despedidas precocidas. No vuelvas Abril que aún duele su marea agitándose en mi pecho.
Ni verbo ni escalera. Vagón de cartón piedra. Tú decías de futuros y doncellas. Yo apostaba una cometa oval al cielo de tu voz. Y te vi. Tantas tardes de auscultarle los agravios a tu sol con dilema. Horas inciertas. Avenida lo que tú digas.
No vuelvas. Sin premura. Barquito, al contrabando de un amor color manzana de estación. Que hoy es un día normalmente grisáceo. Un día en que todos han elegido partir. Guerreros lúcidos que vuelan insensatos a tus pies pequeñitos. Y se creen que mucho saben. Que te escogen y te conocen. Mientras tú, bocanada de carbono, dices nada. Dices todo.

Ni acierto ni traspiés. Poco adecuado el atuendo de gala de mi difunto te quiero. Trepas por hilos rojos las pupilas de un adiós. Yo sospecho. Tú conspiras. Ninguno empina el corazón.

Mañana


Hoy volví. Y olvidé advertirnos. Desaparecidos. Olvidados como la espuma del verano del 98. Ingrávidos y atrevidos. Capaces de todo. Acróbatas. Abrí el periódico. En él tú. Como un titular atrincherado y corrosivo. Te quise menos. Sin querer. Algo te desdibuja. Pierdes relieve. A mí. Encanto. Virtud. Te sostengo en microscópicos intentos de hiel. Y reconozco un mejor final. Ya no acelero. Tampoco cruzo veredas. Importa menos que ayer. Bebo un vaso. Dos. Sé que son las doce en algún reloj del mundo. ´Miro la hora en el reloj de pulsera de un extraño. Un ser anónimo. Sin género. Sin rostro. Sólo una muñeca. Bellos ralos y castaños. Alfombra de avena. Otoño en la mirada´.

Hoy llueve. Llueves. Accidente natural. Naturalmente azul. Mojas menos. Lo necesario para volverte a tamaño natural. Verte pasar y entender la insignificancia de tus gestos. Llevas un precio en la memoria. Y en la piel. Muletas en el corazón. Burlas el recuerdo. Yo burlo la ecuación en que te quise. Amorfo producto de variables imposibles. Casi insondables.

Hoy llueve. Te mojas con tu propia lluvia. Mañana sabrás. Del barro en los pies. La frente ajada. De no saber volver. Del conjuro pésimo de una especia que no desaparece. Del silencio.

También me fui. Desordenando el calendario. Despeinándole el telón a tu mirada seca. Compré dos boletos de avión. Destinos distintos. No ocupé asiento alguno. Y olvidé advertirnos.

P2

A veces vuelve

Su olor
Su figura
Los días de azúcar
Tendidos al sol sobre un mundo pequeño, adverso pero pequeño; adusto, efímero.

Las tazas de café
El lomo del sol inflamando las veredas de la calle
Los pétalos de sus ojos.

A veces vuelve

Su nombre
Su voz
Como un dolor crónico, opresivo
Revuelto de espanto y soledad

El malecón de su risa empapándome el alma.

A veces vuelve

El centímetro cuadrado que me aparta
Asusta
Elimina
Las noches heladas y el corazón en remanso

Su espalda partida en dos
Triste y lejana.


Y tal vez vuelva…

Con su ruido
Su sonrisa y su cigarro.

Su prisa y su descanso
Con su sudor.

Sus manos en mis bolsillos
Las mías distraídas
Extraviadas.

Tal vez mañana
Y la razón en falta
Bajo cero.

P1



hoy que cuento contigo
duele menos sonreír
duelo menos sonriendo

aspiro el humo de los días
la estela púrpura que dejas al pasar
y duele menos el eco en los bolsillos

hoy que llueve
te espero
segundo a segundo desdibujo cicatrices que hospeda la nostalgia entre tus manos
y te espero con el alma
con la piel abierta
expuesta

hoy cuento contigo
y vivir es darte mis armas
mi voz.

not done yet...


Ella se fue. La mirada azul contrastando con el vaho de la tarde. Una tarde de Abril. Un beso en la frente. Las manos secas. Secas de sueños y promesas. Falda negra, camiseta sin mangas. Pechos pequeños, resabidos y seguros. Aliento a invierno. A maleta llena. Derramando palabras gruesas. De calibre indescifrable. Reloj de pulsera. Muñequita de porcelana. Tabique tierno y fronterizo. Llagas en la piel del alma.

El esperó que oscureciera para emprender la retirada. No recordaba el camino de regreso a casa. Humo. Surcos color rosa en la memoria. Rostro anestesiado. Camiseta de la selección. Todo fue primavera desde su bolsillo. Cartas sin remitente apolillándose en la repisa del tiempo. Quiso tantas veces retenerla en un descuido. Pero no. En cambio la dejó ir. Partir desde su piel hacia un destino desconocido. Arribar al futuro como exponente de números impares. Fundirse con la tarde. Espalda leve pecaminosa. Fruta prohibida. La recorre lento. Dislocándole los huesos a la razón. Asesino de rosas.


´Like a book with missing pages…´