L.B.

Mueres un poco. Desde mis dientes. Desde tu risa. Perforas, musa del desencuentro, la pared blanca de mi habitación azul. Lo correcto. Lo absurdo. Mueres un poco. El álbum fotográfico con suero agrio se encoje de hombros sobre un estante con angina. Pienso. Nos pierdo de vista en un bosque de Octubre. Volteo el rostro y tu espejo. Lima. Las doce en mis muñecas de porcelana. Mueres un poco. Aguarda el instinto con ojeras de calcio. Boceto torpe de timbre de cocina. Procreaste un ahijado de acertijo jugando a la restas en tu diván de película.
También así. A saltos y encantados. Descifrando la cuadratura de un adiós con cintura. Nos vimos. Extranjeros de un después. Fumando rosas de azúcar. Inventando una suerte de impuesto por jugarnos el corazón.
Muere también. Así. En una reacción química que no resuelva nada. Baile en do. Cante dolor. Mayor. Hables de huesos y amoríos de estación. Esquivas la mirada. Pérfido tu encanto de algodón.

Mueres un poco. Aquí en mi pecho. Con los ojos perdidos en las sábanas del sol. Busco tu boca. Encuentro una espina. Tantas tardes. Tantos tontos estribillos besándonos la desidia. Porque fuiste. Porque fuimos. Por la tangente que se tragó vuestra calentura.

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