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Yo misma debería apretar la tecla delete al terminar de escribir y evitarle la molestia a la maquina. No es novedad que siempre se me borren las cosas. De este tipo de acontecimientos esta hecha mi vida. Por cierto, hace 27 años que es hoy. Que día para largo. Padezco miedo escénico. El olor de las tiendas, Mickey Mouse, los carruseles y las fechas rojas me producen un profundo dolor en el calendario. Soy pésima para convivir porque tengo mil manías de vieja, de la vieja q soy desde que por las mañanas no hay gotitas de rocío salpicadas en el techo de mi carro. Amo el mar y creo que es lo más parecido a una foto en blanco y negro. Estoy más que convencida que el hombre como animal que es, con ciertos retoques de monjas villamarianas, tiene q ser libre y no reprimir sus instintos aunque modularlos. Por eso es que todos tenemos una puerta de escape como en los aviones o autobuses, el vidrio de rómpase en caso de emergencia para el incendio forestal en la cabeza de los deberes y los derechos zurdos. Soy pésima coordinando. Estoy casi convencida que tengo dos pies derechos o dos izquierdos. Siempre he sido algo torpe .Sospecho que mi mano derecha es zurda, aunque debo decir que de aquí al circo. Léase: resuelvo. Tropiezo no siempre de forma accidental con olores y canciones que hacen que mi reloj de pulsera marche hacia la izquierda.
Mi droga de turno el café negro. El antídoto de siempre el sueño profundo y la música de Sabina, Calamaro, Amaral, Mar de copas y Leuzemia. El cigarro me abandonó junto con los animales. Estoy segura que en algún lugar del mundo hay un elefante o un león fumándose mis Marlboro. El resto es aquello. De la lengua para afuera. El ritmo acompasado con que nos mima la rutina. Aquí los días no vuelvan, simplemente se volatilizan. De diez quedan 3 o con suerte uno, por eso que hace 27 es hoy. Amo el buen cine español, argentino, cine independiente en general. Porque lo que debería hacerme reír me hace llorar. Cuando tengo que pasar cerca de mí lo hago de puntillas. Siempre que salto caigo en el mismo sitio. Detesto usar zapatos solo por tener excusas que se mojen cuando llueve…La lluvia y el mar son mucho mas de lo que podemos explicar. Por eso añoro los días grises de. Caminar sin rumbo fijo y disolverme en pinceladas grises de una niebla que pesa como lo recuerdos: con gusto y con nostalgia envuelta en papel de regalo. Olvidé el manual dentro del útero de mi madre, por eso a tientas, a intentos y a ciegas. Pero es inmenso, después de todo fue a la luz de una vela una noche post huracán, en que me sentí a salvo por el trapo rojo de Oliveira. Rayuela. No estaba tan mal. Nadie lo está. Un día me levante con el pie derecho y la tradición había cambiado. Ahora los gatos negros traen suerte y mi reloj camina para atrás. Desde entonces todos los conceptos que nunca terminará de digerir el ser humano duermen enfilados en un cajón de la mesa de noche que no tengo.
Prefiero viajar ligera de equipaje. Mientras menos cosas tengan más sencillo, menos que limpiar y embalsamar cuando una se muera, menos dolor para los familiares que deberán enfrentar el olor a naftalina de los recuerdos vacíos. Casi de madera. Esa es una de las principales direfencias entre este país y yo, que aquello que necesito es lo que nunca quise necesitar. Pero ya saben, el circo, la sopa de caja, las flores que crecen con el favor del aire acondicionado, la diversidad cultural, el Dolphin Mall, las tetas financiadas y otros favores de mi habitad de turno…
Inventariando tequilas el octavo día de la semana con mi novio abstemio decidí nunca remangarle las bastas al corazón. Y horas más tarde me encontré caminando sin paraguas, bajo una lluvia torrencial, felizmente expuesta a la realidad.
Siempre de arriba hacia abajo. Nunca tuve otro techo tan blanco…porque solo se tiene un techo blanco una vez en la vida.Estos son los días en que se prioriza. En que el formato de los sueños es una hoja de Excel caducada. La imaginación es mas grande que cualquier músculo de mi cuerpo, por eso me río sola y lloro también.27. La vida, lo que dura mientras cambia la perspectiva. Creo ciegamente en el poder curativo de las miradas furtivas, las que cortan como gillette. No soplo velas, aunque el deseo exista, me quedo con la luz de sus dudas. Y ofrezco recompensa a quien le encuentre la sonrisa a mi baraja sin reinas. Reina. Siempre que puedo barajo mis cartas y las revelo en la mesa del primer extraño que se cruce en mi camino. Me la juego. A diferencia del mar nunca me retiro. Cuando la marea crece compro un boleto en primera fila en la orilla del mundo y me convierto así en espectadora de mi propia vida.
Hace 27 años que es hoy. Vaya, que día para largo. Llevo en la solapa un girasol de cartón piedra; la fotografía a color del cielo estrellado en que besé la vida por vez primera; una libreta cuadriculada donde escribo lo que pienso y desdibujo tu silencio infranqueable, e inamovible, aquel globo rojo que me da vida cada mañana que despierto.
Si alguna vez te cruzas en mi camino siéntate y pide dos cafés. El mío sin azúcar. Tómate el tiempo de observar nuestro reflejo en el vitral del Starbucks de la 36 St. El lateral. Y si te queda tiempo deja caer un gesto casual sobre nuestra mesa de madera. Y enmudece. Y ensordece de sueños al unísono del silencio. Que quizá mañana sea tarde para darnos este lujo de existir, a pesar de los a pesares, y del ruido de tus medias haciéndole un eco absurdo al cosquilleo del primer abrazo.

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